Abstract
El territorio mexicano se caracteriza por su gran riqueza natural, se encuentra dentro del grupo de los 12 países más megadiversos. En el norte y parte del centro del país se localizan las zonas áridas y semiáridas, donde se ubican los matorrales xerófilos, pastizales y bosques espinosos; en las planicies costeras y secas del Pacífico, centro del golfo de México y noroeste de Yucatán se encuentran los bosques tropicales secos y semisecos; en las zonas más húmedas inferiores a los 900 metros sobre el nivel del mar se ubican los bosques tropicales perennifolios, y a mayores altitudes los bosques de niebla; en las sierras se encuentran los bosques de
encinos y coníferas (Sarukhan, 2012). Según datos de la Organización Internacional para la Agricultura y la Alimentación (FAO) 60% de la superficie forestal mundial se encuentra distribuida entre siete países. México ocupa el octavo lugar a nivel mundial por su extensión forestal que llega a los 55 millones de ha, se encuentra en el segundo lugar entre los países de América Latina, siendo superado en mucho por Brasil que posee una extensión forestal que rebasa los 540 millones de hectáreas. El 55% de los bosques se encuentran en manos de comunidades y ejidos de acuerdo con el Registro Agrario Nacional (RAN) (Registro Agrario Nacional
2012). Los estados de Durango, Michoacán, Chihuahua, México, Oaxaca, Puebla, Jalisco, Chiapas, Guerrero y Quintana Roo concentraron 75% de los permisos de extracción de madera emitidos durante el periodo 1992-2002. De la s comunidades
con permisos, una décima parte cuentan con capacidad de aserrío y otro tipo de procesamiento industrial (David, 2005), lo que habla de la baja capacidad instalada y el escaso o nulo valor agregado de la madera en beneficio de los propios productores ejidales y comunales (Ceballos, 2010)